La filosofía en los tiempos de la pandemia

Por Ana María Revelo Endo-CBN

Al parece la pandemia que sufre el mundo puso en evidencia torpezas y aciertos en el manejo de las crisis. Mientras por un lado Italia sufre como ninguno las consecuencias del contagio, China y Corea han dado muestras de entender bien la disciplina social.

En medio de todo el ruido causado por la pandemia, este filósofo reconoce que la historia, la filosofía y las Ciencias Sociales en general no tienen la capacidad de decir muchas cosas «en caliente» como sí lo dice la prensa con sus titulares.

Pero el profesor Grueso aceptó la invitación de Cali Buenas Noticias a realizar una reflexión sobre el momento que vive el planeta.

¿Cuáles han sido las preguntas que más lo han movido en el campo de la filosofía?

Es difícil establecer una pregunta única, que haya estado allí desde el comienzo de mis estudios filosóficos. Creo que puede ser más honesto hablar de mis necesidades y de cómo ellas fueron dando paso a cierta inclinación hacia la filosofía. Porque es evidente que esa inclinación estuvo jalonada, en primera instancia, por inquietudes relacionadas con lo religioso, o quizás con el vacío que deja una pérdida grande en el campo religioso. Algo se rompió cuando se perdió eso que el poeta peruano César Vallejo llamó ‘alguna fe adorable que el destino blasfema’. Y también creo que hubo algo estético, algo así como la necesidad de darle un sentido a la vida que podría haber estado dando, para ese momento, la literatura. Como la literatura, la filosofía parecía capaz de rescatarlo a uno de una vida demasiado prosaica, demasiado inclinada a ejercer un oficio, vivir de él y tal vez hacer un patrimonio.

La filosofía podría darle un sentido y un estilo a la existencia y en eso, creo, haber leído una biografía de Sartre fue determinante. Finalmente, la belleza de la demostración, que me enseñó mi profesor de geometría de cuarto bachillerato (lo que ahora llaman noveno). No fueron las matemáticas en general, que más bien me daban pereza, ni la geometría, que Borges llamó un juego de cristales perfectos, sino la geometría como nos la enseñó el profesor de tercero de bachillerato. El rigor de la demostración euclideana. Cuando más tarde leí a Spinoza, supe cuánto me había influenciado ese profesor y ese curso que tal vez en el resto de mis compañeros pudo haber pasado sin pena y sin gloria.

Pero nadie sabe dónde realmente terminará, cuando ya se adentra en el continente filosófico. Y yo terminé en los terrenos de esa forma más bien mundana de la filosofía que llaman ‘Filosofía Política’, donde las cuestiones del poder, de la libertad y de la justicia van y vuelven. Allí he tratado de entender, de pensar y de replantear mis preguntas. Sobre esos temas he leído, he enseñado y he escrito.

¿Cómo se aplica la filosofía política al mundo de hoy en revuelo por una pandemia?

Spinoza decía que en tiempos de guerra los filósofos deben callar. Lo que creo que quería decir es que la filosofía no puede hablar en caliente, sobre un presente que está apenas configurándose y desconfigurándose (que es precisamente la característica del presente). Esa reportería del presente corresponde más bien al periodismo. La filosofía debe esperar a que se disipe un poco el humo del presente, que el presente ya sea un poco pasado, haya adquirido la gravedad de los hechos cumplidos, para que las cosas se puedan ver un poco más claramente y podamos entender qué es lo que ha pasado. Para que la filosofía clave en él su ojo crítico y pueda tratar de comprender. En ese sentido creo que tiene razón Hegel, con su famosa frase ‘El búho de Minerva levanta su vuelo cuando cae el crepúsculo’.

Por la naturaleza de su indagar, los filósofos llegan siempre tarde al hecho cumplido. Incluso así es que llegan los historiadores y algunos otros científicos sociales.

Foto cortesía

A su pregunta concreta, esta pandemia ni siquiera se ha acabado de configurar, ni siquiera está bien establecida en términos epidemiológicos ni sus dimensiones totalmente medidas en términos sanitarios. Todavía es mucho lo que la medicina tiene por investigar sobre la naturaleza y el modo de actuar del agente patógeno y todavía no hay claridad sobre el comportamiento del virus en todos los organismos. Lo único cierto es lo novedoso del agente patógeno, lo indómito que ha resultado, su modo de propagación y el modo como algo que parecía confinado a China, se ha convertido en una situación grave en algunos países del llamado ‘Primer Mundo’. Parte del pánico generado tiene que ver con eso. Si hubiera estado confinada a África, al sur de Asia, a los países pobres de América Latina, no se haría digna de tanto pánico. No hay pánico generalizado con el ébola, con la malaria, con las enfermedades gastro-intestinales, porque esas enfermedades matan los pobres. Pero, ahora, con esta enfermedad, ‘los ricos también lloran’ y nadie, pobre o rico, en ningún continente, parece estar a salvo. O sea que el ‘revuelo’, como usted lo llama, es más que justificado. Algunos la han comparado con la ‘gripa española’, que explotó, parece, en 1918. Esa fue devastadora y se propagó por los continentes. La diferencia es que ahora podemos ver, ‘en vivo y en directo’, su modo de propagación. Van contando con minuciosidad el proceso de los contagios y las muertes y nos meten miedo. Pero también es verdad que se dispone de mejores recursos para confinar la gente, para atemorizarla y exigirle que se confine, y también de mejores recursos para ‘reordenar’ la sociedad de un modo que pueda responder a la pandemina.

¿Qué tan coherente ha sido el pensamiento de los dirigentes del mundo?

Yo no creo que en estos casos lo que esté en cuestión sea la coherencia del pensamiento de los dirigentes. Lo que está en cuestión es la capacidad de respuesta de los Estados nacionales (una figura ella misma en cuestión y que de pronto vuelve a ser  un agente vital) y de los organismos multilaterales, comenzando por la OMS, que se vuelve aquí el organismo rector. Lo que está en cuestión, en relación con los dirigentes del mundo, es su capacidad, o no, de sintonizarse con ese organismo rector y de utilizar a tiempo, o no, la capacidad de respuesta de los Estados.

Ha habido torpezas y aciertos. Italia, por ejemplo, por las características especiales de su democracia parlamentaria, exhibió una fragilidad que la epidemia supo aprovechar a su favor para propagarse.

No creo que sea una torpeza particular del primer ministro de Italia; creo que opera más bien aquí la fragmentación de su sistema parlamentario, la vitalidad y la debilidad del juego partidista. La relativamente baja concentración del poder que realmente se vive en Italia, incluso desde fines de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, la reacción del presidente Donald Trump, sí acusa niveles de torpeza y de soberbia mayúsculos. Y por eso Estados Unidos se hizo tan vulnerable como Italia. Y con una dificultad para enfrentar el virus que no tuvieron China y Corea del Sur. Es verdad que a los gringos la epidemia los cogió en plena contienda electoral y que eso ha influido. También es verdad que el presidente ha exhibido niveles de ceguera y que ha vulnerado la capacidad del aparato estatal gringo para responder. Pero no es menos cierto que Estados Unidos no cuenta con un sistema de salud público como si lo tienen, por ejemplo, Francia, Italia o Alemania. O Canadá o México. O Cuba. En Estados Unidos no se depende del Estado (que más bien colabora poco, que deja tirado al individuo) cuando de la salud individual se trata. Cada persona depende finalmente de las aseguradoras, de sus seguros médicos. Esto da fortalezas al sistema, pero deja desprotegido al ciudadano. Y, sin mecanismos capaces de tratar una epidemia como un problema social integral, ésta puede coger ventaja.

Foto cortesía

En síntesis, los líderes mundiales se están probando. Pero no se trata tanto de la coherencia de su pensamiento, sino de la idoneidad de los mecanismos de que disponen y de su relación con el Estado mismo. De la velocidad de respuesta y lo acertadas que sean las medidas. E, incluso, de la capacidad de una sociedad para disciplinarse y responder adecuadamente a una epidemia acatando las medidas.

China y Corea del Sur tienen algo que no pudieron exhibir los italianos ni, en nuestro propio vecindario, los ecuatorianos: la disciplina social (que no siempre es una virtud, que puede ser sinónimo también de no libertad).

También turistas españoles que han llegado a Colombia este fin de semana, en plan de paseo al trópico, con absoluto desdén hacia las medidas de nuestro Estado, han exhibido esa indisciplina tropical. Y esto mismo se ha evidencia en el plano nacional, y sólo mirando las noticias del fin de semana, los caleños (al menos hasta el pasado fin de semana). Somos más tropicales: no somos tan psicorígidos como los alemanes, ni nos movemos tanto por las lógicas del pánico colectivo al que sí son propensos, por ejemplo, los gringos. Aquí vivimos la tragedia como una fiesta, hasta que la fiesta nos golpea, porque, precisamente, no era una fiesta.

Los líderes, en fin, buenos o malos, no sólo tienen que obrar con los Estados de que disponen, eficientes o no, sino con la cultura de los pueblos. Y está, además, el problema de la legitimidad de los líderes. Todo eso juega a favor o en contra a la hora de pensar en los recursos colectivos para enfrentar una situación como ésta.

¿hacia dónde debería apuntar en estos tiempos la filosofía política?

De nuevo, la filosofía no puede ser tan inmediatista. Ella viene girando desde hace ratos hacia nuevos temas, pero las preguntas fundamentales siguen allí. En la filosofía lo nuevo no es necesariamente una virtud, como sí puede serlo en la ciencia. Lo que sí puede hacer la filosofía es someter a una rigurosa mirada crítico-normativa lo que está pasando. Pero todavía, como siempre ocurre con el presente, esto apenas está ‘acabando de pasar’.

¿Cómo percibe el panorama político en Colombia?

Se trata de otra pregunta muy general y que habría que tomar con independencia del tema anterior, ligado al coronavirus. No sé si la respuesta que voy a improvisar le diga algo a los jóvenes de hoy: Colombia está viviendo los efectos de la salida del Frente Nacional (el acuerdo entre liberales y conservadores, de la década del 50, para ponerle fin a la Violencia de los 40s y 50s). Nuestra polarización política, por ejemplo como se expresó en las pasadas elecciones (2018), no son extrañas en otras democracias. Aquí sí. Me refiero, por ejemplo, a la oposición entre santistas y uribitas, o entre petristas y uribistas, etc. Aquí todo eso resulta novedoso porque llevábamos décadas de una (relativa) muerte de la política. También de un apaciguamiento social, incluso de un conformismo.

Las marchas de fines del año pasado pusieron en evidencia la existencia de un país que no se deja meter en esa polarización. O que se polariza de otro modo, exhibiendo una agenda propia.

Al gobierno Duque, tan carente de popularidad, tan débil en materia legislativa y sin mayor músculo político, esta epidemia le cayó ‘como anillo al dedo’. La pandemia oscureció el descontento social e, incluso, si es capaz y decidido, puede volver esa oportunidad a su favor y llegar a exhibir un liderazgo del que hasta ahora ha carecido. Pero la ‘Ñeñepolítica’ está ahí, aunque no sabemos si logre sobrevivir a este otro fenómeno más urgente. Y el fenómeno de la muerte sistemática de los líderes sociales, con ocasión de lo cual los ojos de la comunidad internacional están centrados en Colombia. Y el asunto del cumplimento de los acuerdos de paz, que ha comprometido al Estado más allá de lo que los gobiernos pudieran o quisieran cambiar. Todo eso está allí. Y ni se diga de las reformas pendientes (la del régimen pensional, la laboral, la reforma a la justicia, etc.): todo ese ‘paquetazo’ de Duque, que el gobierno negó tener pero que tiene proyectado y que un poco ha venido tratando de implementar, aunque con relativa suerte. Ahora se le enreda un poco más la pita. Pero muchas de esas reformas, con el debate político apropiado, con la sociedad como un todo, y no únicamente mediante consulta a los gremios, son inaplazables. Falta ver si este gobierno es capaz de sacarlas adelante. Y las elecciones de 2022 van a ser políticamente definitivas y tal vez más polarizadas que las de hace dos años.

¿Qué soluciones podrían construirse para el país desde la filosofía política?

La filosofía política (y la filosofía en general) no tiene fórmulas prácticas.

¿Cómo piensa que será Colombia después del Coronavirus?

El mundo en general va a cambiar, pues las realidades de la geopolítica se han puesto en cuestión. La guerra comercial entre China y Estados Unidos, que semanas atrás, con ocasión de la epidemia, parecía favorecer a los Estados Unidos, parece ahora favorecer al sistema productivo y bancario chino. Ellos, las primeras víctimas de la epidemia, parecen dispuestos a aprovecharse de la crisis europea, tanto económica como política, que trajo esta situación. Están comprando al por mayor. O sea, no estaban ‘tan enfermitos’. Y la conducta de los Estados, en el seno de Europa, parece estar dándole una estocada final a la Unión Europea. El caso de Italia ha puesto de relieve la baja solidaridad europea. Y de qué decir del comportamiento inglés. Los gringos mismos, que han vetado los vuelos desde Europa, han excluido de ese veto a los ingleses. Y no hablemos del conflicto petrolero entre Arabia Saudita y Rusia, que prácticamente ignoró el papel de Estados Unidos en este juego. Y que afecta al dólar. El mundo está cambiando aceleradamente. Pero, de nuevo, para poder decir algo, hay que esperar que muchas cosas se decanten.

2 comentarios en «La filosofía en los tiempos de la pandemia»

  1. Nuevos hábitos aparecen en un momento como este. Cuanta reflexión hay que hacer en esta cuarentena.
    Muy sólido resulta ser el análisis de un pensamiento reflexivo como el que presente el profesor Delfín Ignacio Grueso.
    Me solidarizo.
    Gracias Calibn

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