Carlos Andrés, caleño de pura cepa, entre junio y julio, estará en tres festivales: Música de Guaranda, en Ecuador; Orquestas Joven Latinoamérica, en México y en el World Young Wind Orchrestra Project, en Europa. En dos de estos participará como becario; uno tocando con una orquesta filarmónica y en otro con una banda sinfónica.
Pero el esfuerzo del clarinetista se vio recompensado no solo por seleccionado gracias a su eximio talento. Hace unos días el joven artista recibió una gran noticia: ya no tendrá que vender comidas para conseguir los pasajes a Austria, porque una agencia de viajes se los regalará para que represente a su ciudad, a la región y al país.
“¡No, eso fue increíble! ya estaba muy feliz con mi selección para tocar en esos festivales, porque a uno como músico clásico le ayuda mucho adquirir experiencia para ser reconocido. Esto es fruto de tanto esfuerzo, de noches y noches en las que sales tarde del instituto porque debemos estudiar mucho para que la vida te premie”.
Proveniente del populoso sector de San Marino y siendo el mayor de la familia Reyes Rivas, se empezó -“a meter en su cuento”- como dice, cuando a sus 16 años se inscribió en academias de música y hacía fogajes en diferentes coros para llegar a la Universidad del Valle y empezar su preparación en solfeo, instrumento y armonía.
“Estudio esta profesión buscando cambiar la mentalidad de mis padres, que siempre me han dicho que si uno no estudia una ingeniera o algo así, no podrá tener un sueldo que sustente la vida, más allá de que tengo vena artística por los muchos músicos que hubo en la familia, quienes no pudieron ser profesionales pero que nunca dejaron de tocar y que ahora se convierten en mis cimientos para estudiar desde el 2014, clarinete en Bellas Artes”, contó Carlos Andrés.
El joven para no discutir con sus padres decidió estudiar una Tecnología en Sistemas en el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), la cual terminó a los18 años, solo para complacerlos, empezando abonar ese camino musical, lleno de constancia y de momentos mágicos que vive cada vez que empuña su clarinete en Si bemol y entona piezas clásicas como la Sinfonía del nuevo mundo.
Hace un año este joven afrocolombiano salió por primera vez del país para participar en el Festival Internacional de Música del Ecuador’, en Esmeraldas.
Aquella vez, cuenta que no la olvida porque debía hacer varios solos y los nervios lo inundaban durante el ensayo, que tuvo con un director austriaco, ése mismo que al final de la interpretación le diría: tocas muy bien, lo haces genial, deja ya esos nervios que este es tu comienzo.
“Yo estaba muy asustado. Creía que todo lo que hacia estaba mal. Cada vez que debía entrar, solo me escondía y tocaba para caer en errores. Eso me hacía sentir fatal. Así que al finalizar el toque, me acerqué al director y le pregunté: maestro qué tal lo hice y la respuesta de él me dejó más paralizado, lo había hecho bien y pude escuchar su reconocimiento. Desde ese día me repito que no debo llenarme de tantos nerviosos y menos pensar que lo voy a embarrar porque lo estoy haciendo bien”. Narró Carlos, en medio de un ataque de risa, su paso por Ecuador.
Y añadió: “yo soñaba que una orquesta me seleccionara, hubo personas que me decían que no tocaba, que no tenía nivel, pero yo seguí estudiando y preparándome todos los días de la semana, incluyendo sábados y domingos. Yo soy de los que se quedan en casa o está en Bellas Artes estudiando, mientras mis amigos salen a divertirse”.
“Cuando estoy tocando siento muchísima alegría, me transporto, y más, cuando en ocasiones la música que estoy entonando es la que yo amo. La música para es mi constancia y el no perecer porque cada vez que estoy inmerso en ella me confirmo que los sueños pueden ser una realidad y hay que creérselo para lograrlos. Yo quiero que los niños y los jóvenes vean que es posible y que a través de la música clásica se cautiva el espíritu”, agregó.
Sobre sus proyectos explicó que espera graduarse y viajar para mostrar su música, seguir preparándose para hacer una maestría sobre musicoterapia en Canadá, porque le gustaría trabajar con los niños y, aunque no cuenta con los recursos para tener un clarinete propio (aún toca con uno que le prestan), siente que se le está abriendo el camino y que lo debe aprovechar, pues estudiando música, se dio cuenta que puede impactar a mucha gente y trabajar en diferentes escenarios.
Así que Carlos Andrés Reyes Rivas seguirá viviendo a su manera, tal y como se titula su canción favorita de la agrupación Herencia de Timbiquí porque como dice él todo somos diferentes, pero cada persona tiene una lucha personal, por ello, hay que vivir y luchar por lo que se desea para hacer país y contribuir a su progreso.
Fuente: Rosa Castillo Manjarrés / Alcaldía de Cali