La ética en tiempos electorales

Foto Pixabay

Por Giovani Casas / Julián Solano           

En días pasados se presentaba en Cali ‘Y adentro, la caldera’, novela de Philip Potdevin, escritor caleño invitado por una importante asociación de profesionales del deporte, la actividad física y la recreación con capítulos en distintas regiones del país. La obra explora a profundidad el ambiente de corrupción en las entrañas del conocido deporte rey: casas de apuestas, arreglo de partidos, compra de árbitros, redes de prostitución, drogas, pago de periodistas deportivos conminados a producir conceptos favorables a ciertos jugadores con proyección internacional.

Nada extraño dentro de ese acaudalado mundo. Pero, por fuera de la caldera, también hay vida. El anfitrión del conversatorio de la novela de Potdevin, un profesor retirado de notable reputación, contaba cómo en plena partida de la carrera electoral 2019 se le había acercado un concejal de la ciudad a decirle que “trabajemos juntos”. En el campo de la política, sabemos, esa expresión abre muchas posibilidades.

El concejal, cual personaje emergente de la novela, fue claro: “es que en el deporte es muy fácil robar”. La sola expresión une dos universos ligados y, quizás, los más descompuestos en el mundo de hoy: la política y el deporte. En ese campo de fuerzas, sin embargo, el profe supo gambetear la propuesta. En el deporte él juega de local y en la política milita a favor del fair play.

Escándalos amateurs y de alto rendimiento

Escándalo. Expresión a pedir de boca en periodistas expertos en presunciones y suposiciones, y poco de responsabilidades. El lenguaje periodístico consumido por más de 20 millones de colombianos divididos entre RCN (que está a la baja) y Caracol (que disimula bien la tendencia) se circunscribe a estas nomenclaturas pensadas para reducir los hechos “a sus justas proporciones”. Contra toda evidencia es extensa la lista de presuntos (¡PRESUNTOS!) responsables en casos como Odebecht, Reficar, Agro Ingreso Seguro y todos los demás ejemplares donde el erario público y la institucionalidad son sacrificados a manos de grandes maestros del juego ciencia de las coimas, como se narra en la obra de Potdevin.

Pero no solo de coimas vive el hombre. O no solo la clase política y los cargos de poder y decisión societal inmersos, salpicados o beneficiados con los negocios hechos con recursos públicos para fines privados. Si bien el foco (y no un faro moral) de los medios de comunicación está puesto sobre ellos, fuera del espectro político, en el conjunto de la sociedad, la extorsión, el atajo, la ilegalidad, las prácticas dolosas y criminales también resultan conductas naturalizadas, normalizadas y exaltadas.

El gran logro de esa sucesión de escándalos, su cubrimiento mediático y su posterior desenlace judicial son los grandes incentivos de esa creciente y arrolladora espiral llamada corrupción, perversa forma de agenciar las relaciones Estado-Sociedad-Mercado. Pareciera no existir poder de contención alguno.  

La culpa ha dejado de existir; la vergüenza se extinguió; la honestidad entró en una era de glaciación; la corrupción es hoy el orgullo solapado de los exitosos, dice Matías, asistente de investigación de Yesid Llerena, personaje central de Y adentro, la caldera. La ficción y la realidad unidas por un conveniente llamado a “trabajar juntos” o a un “ayúdeme que yo lo tengo en cuenta”.

Se avecinan tiempos electorales y los cálculos están a la orden del día.

Una reflexión para estos tiempos

Actuaciones como la del concejal invitan a reflexionar. Por la maleta se conoce al pasajero, decían los abuelos. Es cierto que en materia electoral a los colombianos nos pueden las emociones y las pasiones. Y también la necesidad, porque la necesidad también legisla, nos decía Saramago.

Un paso crucial en la recomposición del tejido social participativo es, antes que nada, definir el campo axiológico que va regular las interacciones y relaciones en el campo socio-político. Es la ética como principio de la praxis política. Es el marco de valores y principios que van a orientar el ejercicio del poder político institucionalizado: la expresión clara de nuestras expectativas, proyectos, sueños y lo que buscamos con el acceso a las posiciones de decisión societal. 

Reestablecer la ética en la política, entonces, se traduce en un ejercicio de reconocimiento del otro, de reconocimiento de sí mismo, de introspección necesaria. Las prácticas políticas vigentes se nutren justamente de la confusión moral a la que han conducido el individualismo y utilitarismo de las sociedades modernas. Solo así se explica la aspiración de ejercer cargos públicos “porque en el deporte es muy fácil robar”. Después vienen 1) la repartición de los puestos, la feria de cargos de libre nombramiento y remoción; 2) la manipulación de licitaciones para entrega de contratos de servicios y obras; 3) el favorecimiento de los intereses corporativos de los grandes pulpos de capital industrial y financiero y, finalmente, 4) la apropiación del dinero público.

Urge, como se ve, transformar las prácticas políticas de los colombianos y, por lo tanto, las relaciones Estado-Sociedad-Mercado. Esto pasa por el despliegue de un trabajo de base articulado a la construcción de tejido social participativo y la construcción de una red multidireccional de formas organizadas de la sociedad civil que superen las lógicas de trabajo partidistas con las comunidades; fácilmente instrumentalizadas y despojadas de ciudadanía con esas lógicas.

La reciente movilización contra el Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, y más atrás los ocho millones de personas (denominadas como ciudadanías libres) que votaron por un proyecto político contra-hegemónico y alternativo suponen, por lo menos, el despertar de otra sensibilidad. La recuperación de la ética como fundamento para la construcción de un orden viable, justo y legítimo implica desandar el camino que como sociedad hemos construido (o nos han trazado); implica disputar un juego que, por ahora, es dominado por unos pocos hábiles en torcer sus reglas.

5 comentarios en «La ética en tiempos electorales»

  1. Excelente artículo estas son prácticas muy comunes a lo largo y ancho de nuestro amado colombia, pero con mensajes como este podemos seguir despertando los incautos que son incrédulos y poco leidos.

  2. Es muy triste y frustrante que la episodios de corrupción toquen el deporte colombiano, que todo sea visto como un negocio. Esperemos que con los años que le quedan en el gobierno al nuevo Presidente de turno, elegido por los Colombianos que aún viven del uribismo, no le de la espalda al deporte.

  3. Buen articulo … triste por que parece una historia de nunca acabar es lo mismo en todos los aspectos de la vida colombiana el mas vivo el que pueda salir mejor beneficiado sin importar las consecuencias a los demas. La cultura colombiana, la malicia indigena como quieran llamarle no es mas si no, el egoismo del ser humano en todo su explendor. Lo complicado es que aun sabiendo que estas cosas ocurren, que se denuncian, que existen pruebas, que gran parte de la poblacion esta en desacuerdo, siguen ocurriendo no hay politica etica, ni entes honestos que controlen las mafias deportivas… ni hablar de los semilleros y escuelas deportivas en las que por mas talento que tengas si no pagas las coimas correspondientes no progresas.

  4. La etica a dejado de existir como práctica desde hace varios años en los servidores publicos y en varios ciudadanos. El oportunismo genera detrimento de valores y genera opciones de quedarce maquiavelicamente con parte de los dineros que se disponen a generar beneficios de una poblacion. Solo adoptando un cambio de pensamiento mas consiente de la realidad podria construirse un nuevo gobierno donde los.servidores publicos den actos de buena fe y con hechos sus propuestas beneficien al comun.

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