“Arenillo, Palmira, es potencia, es riqueza”

Foto Unidad de Víctimas

“Somos una tierra bendecida por Dios, rodeada de hermosas montañas, bañada por agua pura. Somos potencia, somos riqueza”. Con estas palabras, Lucero Villalba, lideresa de Arenillo, Palmira, habló sobre el espíritu de su pueblo, que pese a haber sido duramente azotado por el conflicto ha logrado ponerse de pie y reconstruir su vida.

Ella es una de las tejedoras y tejedores de esta población, ciudadanos que han sido fundamentales para ayudar a mantener el equilibrio emocional de la comunidad en los momentos más difíciles del conflicto y luego de este. Se trata de personas que durante los últimos cinco años hicieron parte de la estrategia Entrelanzando, a través de la cual se busca contribuir con la reparación del tejido social, el restablecimiento de las relaciones de confianza y el fortalecimiento de la convivencia en estas comunidades, proceso que hoy llega a su momento de cierre.

“No fue fácil arrancar con esta tarea, pues después de tantos padecimientos por la guerra, la comunidad no quería nada. Pero con la llegada de la Unidad para las Víctimas, poco a poco se empieza a reconstruir esa confianza, se empieza a trabajar ese miedo que tanto nos afectaba, miedo incluso de reclamarle al Estado y de reclamar nuestros derechos. Hoy nos hemos empoderado de nuestro proceso de recuperación y hemos llevado a cabo la reparación colectiva”, dijo Humberto Prieto, líder de esta comunidad.

Luz Adriana Toro Vélez, directora territorial de la Unidad para las Víctimas en el Valle, recordó que Arenillo (Palmira) fue reconocido como sujeto de reparación colectiva por parte del gobierno colombiano en el año 2013 debido a las afectaciones que sufrió de manera colectiva por el conflicto, siendo el confinamiento por parte de las autodefensas por casi cinco años uno de sus principales hechos victimizantes.

En el acto de clausura de Entrelazando, la comunidad y sus tejedores y tejedoras hicieron un recorrido por la historia de su proceso de recuperación emocional, hablando no solo de los dolores que enfrentaron de manera conjunta, sino también recordando actos simbólicos, talleres, momentos de catarsis y llanto, canciones compuestas en honor a su tierra.

“Que no falte el agua, bajando por la montaña, que no quede semilla sin mañana”, fue el estribillo que los moradores de esta vereda recordaron y entonaron juntos.

De la misma manera, con hilos de tres colores hicieron manillas para compartir con sus vecinos, con las que simbolizaron el pasado, el presente y el futuro de su comunidad. Además, los asistentes participaron de un taller de percusión con La Percumotora, con lo cual pusieron en ejercicio su capacidad de trabajo el equipo.

Fuente: Unidad de Víctimas

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