marzo 10, 2025

Azúcar, agua, gotas de limón y la magia de Mariela Otero para hacer macetas

Lina Margarita Williams Franco. Cuenta la leyenda que hace poco más de un siglo, vivía en el barrio El Peñón, Dorotea Sánchez con sus hijos, Pedro y Pablo. Era el mes de junio y pronto sería el cumpleaños de los niños, que curiosamente habían nacido en la fecha que la iglesia católica celebra,  el 29 de junio, el día de los apóstoles que llevan sus mismos nombres.

La señora Sánchez para sorprenderlos y al ver que no tenía ni un peso en el bolsillo, quiso prepararles un riquísimo dulce pero no encontró más que azúcar y agua. ¡Ni modo! Pegada de los santos, vació la mezcla en un recipiente, la dejó hervir y después de fría empezó a batir.

Sonó el timbre de su casa y cuando abrió la puerta, tuvo delante de ella a una mujer muy bonita, vestida de blanco entero y un agradable olor a jazmín. La doña siguió adelante y sin nada que decir, comenzó a pellizcar el caramelo blanco que se había cocinado. Dolores estupefacta, vio como por arte de magia, figuras de caballos, flores y muñecos, se desprendían de su masa.

‘La doña’ (a quién seguiremos llamando así porque desconocemos su nombre), mandó a los hombres a conseguir varitas de palo, que rápidamente encontraron en un maguey cerca de la cocina. Clavadas las figuritas, formó grandes y hermosos ramos que al soplarlos, encendieron vivos colores. Después de esto, pidió a los hombres buscar a sus ahijados en la Loma de San Antonio.

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Mariela Otero /Foto Juan José Rueda-CBN

Lo que desde ese día se dice que nació en Cali, como la fiesta de las macetas, hoy en día es una tradición que se conserva en la familia Otero, a través de once hermanos, a la cabeza de Mariela.

“Un día llegó un tío y le dijo a mi mamá: ‘Sixta hagan macetas, que les enseñe Hernando Mejía’, él era un señor casado con una tía”, recuerda esta mujer que hace 63 años desempeña la labor que más le gusta.

Esposa durante 45 años, viuda hace tres, madre de dos hijos y abuela consentidora de otro par, doña Mariela nos abre las puertas de su vida, en un apartamento pequeño pero acogedor al sur de la ciudad.

Caleña de pura cepa, se reconoce como una persona muy franca, a la que si no le gusta algo, lo dice sin tapujos. No hace oficio porque “a mí me gusta hacer lo que me da plata” dice, y a lo largo de su vida han sido los bordados en cinta, las tortas y las macetas, lo que ha llenado sus bolsillos y “gracias a Dios” permitió, entre otras cosas, el estudio de sus hijos.

Se considera un pavo cuando habla de su familia, sólo palabras bonitas, un pecho lleno de orgullo y una sonrisa tan amplia como su corazón al ofrecernos alfeñiques, los dulces de los que se componen las macetas.

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«Antes de hacer el dulce, se reza el rosario de la misericordia o el de las lágrimas de la Vírgen» /Foto Juan José Rueda-CBN

Tal y como lo cuenta la leyenda, los ingredientes para el mejor dulce de ahijados, son dos pocillos de azúcar por uno de agua y nueve gotas de limón, agrega doña Mariela. Aquello se mezcla en una olla, en lo posible esmaltada, y se revuelve con cuchara de palo, se pone al fogón de 25 a 30 minutos, hasta que hierva y cuando está “a punto”, se vacía en un plástico o papel contac, debajo del cual se pone un recipiente con hielo, agua, y se deja enfriar. Notarán que el dulce primero se pone nacarado, luego blanco y es ahí donde se bate y se empieza a trabajar. “Nuestros moldes son las manos” afirma.

Hacer el dulce para los Otero es todo un ritual, pues antes de iniciar se reza el rosario de la misericordia o de las lágrimas de la virgen. “Nosotros pedimos porque a todo el mundo se le vendan sus macetas” cuenta doña Mariela y añade que su familia emprende la preparación de los ramos después de la fiesta de la madre.

Le tiene pánico a los aviones, pero conoce varios países de los cuales tiene entre sus repisas, pequeños suvenires, y cuando digo ‘pequeños’, imagínenlo literal, está llena de miniaturas, de las cuales, la mayoría son regalo del hombre con el que compartió su vida y al que le será fiel hasta que la muerte los junte otra vez.

Sufre de una que otra enfermedad y sonríe por cada dos frases que menciona. Es mujer de pocos amigos pero disfruta diariamente hasta las cinco de la tarde, de Aida, una fiel compañera en el camino desde hace 13 años; primero cuidó a su mamá, luego a su esposo y ahora a ella, a doña Mariela, a quien además colabora con los quehaceres del hogar.

Le tiene fobia al color negro por como se vivía el luto años atrás. Y ya que tocamos el tema, ¿cree que ésta tradición en su familia trasciende o muere con usted y sus hermanos?, “no sé, porque los muchachos van creciendo y aunque al principio les gusta, sobre todo a las niñas, ninguno se compromete” y finaliza diciendo, “por mí, haré macetas hasta el día que me muera”.