
Por Jorge Manrique Grisales-CBN. Cuando el sol comienza a ocultarse en el barrio Alto Polvorines, aparecen trozos de llanta en las calles. Es la forma de controlar la velocidad de las motos para que los niños, que recién salen de la escuela, puedan jugar fútbol. Allí no hay una cancha que le permita a los pequeños disfrutar de su tiempo libre.

Mientras comienza al rodar la pelota en la calle en la biblioteca, el líder comunitario César Augusto Alzate recuerda cómo se pobló el sector de ladera de Cali. «Normalmente nos dicen que somos invasores, pero eso no es cierto… Este es un pedazo de Colombia y lo que hicimos fue tomar posesión de él», afirma mientras su mente viaja a las obras que la comunidad ha realizado en más de 30 años de historia.
La escuela es un punto de referencia obligado. Donde estamos reunidos con él, fue la primera sede del sitio donde gentes provenientes en su mayoría de los departamentos de Cauca, Nariño y Antioquia quisieron que sus hijos aprendieran a leer y a escribir.
Sucesivas Juntas de Acción Comunal fueron mejorando las instalaciones, pero la población crecía. Un esfuerzo en el que participaron la comunidad y algunos políticos desembocó en la construcción de una nueva sede a la que bautizaron con el nombre de Magdalena Ortega de Nariño. Esa obra, según dice dice César Augusto Alzate, «es el símbolo de la verraquera de la comunidad por salir adelante».

Hoy la escuela alberga a 900 estudiantes y es la más grande del sector. Cuando se abrió en 1992, no había profesores nombrados oficialmente, pues para el municipio esa era una zona subnormal. Los primeros nombramientos de docentes se hicieron en 1996.
Unas cuadras más arriba de la biblioteca de Polvorines hay un rectángulo de concreto que tiene al lado una miscelánea con tienda fotográfica incluida. César Augusto Alzate me dice que tome una foto y después me cuenta la historia… Se trata del primer acueducto por gravedad que tuvo el sector de ladera. Hasta allí llegaban carrotanques a dejar el agua que solidariamente todos compartían.
Después de batallar para que el agua del río Meléndez no se fuera para otros sectores de Cali, la comunidad logró que se construyera en 1996 el acueducto de La Reforma. «Cuando abrimos la llave, ahí mismito tenemos el agua del río Meléndez», recuerda César Augusto Alzate.
La minga como forma de construcción comunitaria ha permitido que se hagan casas, escaleras y otros equipamentos urbanos que se observan por las serpenteantes vías de polvorines, hasta donde llegan buses, busetas, mototaxis y «gualas». Es un sector muy movido, donde se consigue una Pony Malta de dos litros por sólo $2.000.

Pero para César Augusto Alzate hay cosas que es necesario recuperar. Nos lo cuenta desde el mirador del barrio que permite una panorámica imponente de Cali. «La gente se fue del río y tenemos que recuperar esa zona para la comunidad. Hay que volver a los paseos de domingo. La gente hacía su sancocho, las señoras lavaban la ropa y los niños jugaban fútbol», recuerda.
Desde cuando conocimos el sector, se habla insistentemente de construir un «Sendero de vida» que permita a la Comuna 18 regresar al río por entre la exhuberante vegetación del la cuenca del Melendez.
Cuando nos retiramos del mirador volvemos a ver los pedazos de llanta en la calle y los niños corriendo detrás del balón… Es la imagen que recuerda que la Comuna quiere recuperar los espacios que hace años los congregaban. En este propósito trabajan la comunidad, el colegio Fe y Alegría y la Pontificia Universidad Javeriana.
Linda iniciativa de una comunidad con sentido de pertenencia y gran amor por la naturaleza.