marzo 10, 2025

«¿A quién le duelen nuestras muertas?»

Paola Sánchez Cepeda
@paosan1

Así decía el coro de la canción con la que las mujeres de la Casa Cultural el Chontaduro contagiaron a los y las marchantes de la manifestación convocada por el Movimiento Social de Mujeres de Cali el 8 de marzo de este año con ocasión de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.

El lema de la manifestación era “22 mujeres nos hacen falta”, pues hasta ese día 22 mujeres habían sido asesinadas en Cali entre enero, febrero y marzo de 2016. En 2015 fueron asesinadas 86 mujeres, y desde que fue aprobada la Ley 1761 Rosa Elvira Cely (que reconoce el feminicidio como el asesinato de una mujer por el hecho de serlo y lo tipifica como delito autónomo) 28 mujeres han sido víctimas de este flagelo según datos de la Fiscalía.

Y es que además de los peligros a los que está expuesto cualquier ciudadano o ciudadana en un país como Colombia, con los niveles más altos de inseguridad ciudadana del mundo y un conflicto interno armado; las ciudadanas caleñas estamos expuestas a ser tratadas de forma infrahumana, a ser violentadas por una sociedad misógina que niega nuestros derechos, a ser maltratadas por hombres que se creen con potestad sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos y a ser revictimizadas por un sistema y unas instituciones machistas que no entienden ni quieren entender nuestros problemas.

mujeres de Cali
Foto Paola Sánchez

Por eso más de 350 mujeres y niñas, acompañadas por un grupo de hombres que se han concienciado sobre nuestras problemáticas y nos apoyan en nuestras luchas salimos a las calles a decir NO MÁS; no más silencio, no más injusticia, no más indiferencia, nos están matando y a nadie le importa, solo a nosotras que tenemos que cargar con el dolor y la ausencia de nuestras hijas, nuestras hermanas, nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras amigas, nuestras compañeras muertas.

Y sí, salimos por las 22, para que se haga justicia en los casos de Jackeline, Camila (mujer trans), Emili, Stefania, Steysi, Johanna, Lizeth, Elizabeth, Cindy, Silvia, María, Lorena, Ana María, Paula, Estefani, Cleida, Ángela, Lina, Leidy, Angie y otras dos mujeres de las que no se conoce su nombre.  Pero también para que esta tragedia no se repita y las 5.000 mujeres que han denunciado ser víctimas de algún tipo de violencia sean protegidas. Para que se hagan más campañas de prevención de violencia de género y promoción de nuestros derechos, y para que la ruta de atención a mujeres víctimas de violencia de género funcione y sea garante de restitución de derechos.

Aunque el motivo que nos convocó inicialmente eran estas muertes, el acto estuvo lleno de vida.  Fue hermoso, triste y alegre a la vez, sencillo y esperanzador.  Caminamos desde La Ermita hasta el CAM al son de tambores y guasá, cantando y  gritando arengas.  Saludamos a la madre tierra con un mandala en el que ofrecimos a nuestras muertas.  Las mujeres de oriente nos movieron el corazón y el esqueleto con su música y su arte y todos coreamos sus sentidos cantos desde lo más profundo de nuestras entrañas. Compartimos dolores, alegrías y luchas, y al final nos abrazamos y supimos que nos tenemos unas a otras.

Y aunque el Alcalde no nos atendió, tenemos esperanza de que al final ya sea por consciencia o por cansancio porque no nos vamos a callar, cumpla su deber en la garantía de nuestros derechos. Es triste ver que al parecer a él tampoco le duelen nuestras muertas.

Mientras tanto nosotras seguiremos trabajando colectivamente por el empoderamiento de nuestras mujeres desde las 30 organizaciones que conforman el Movimiento y desde las otras organizaciones que se unieron a la marcha, e individualmente desde nuestras casas, nuestros trabajos, comunidades y lugares de estudio. También velaremos por que las instituciones y la administración municipal cumplan con sus deberes.  Ahora con la fuerza de saber que no estamos solas, que estamos unidas.