Por Julián Salazar Espinosa
Estudiante PUJ-Cali
Especial para CBN
Ya habían pasado 16 días a 720 metros de profundidad, sin conexión con el mundo exterior, con calor y con hambre, mucha hambre. Los 33 mineros chilenos se aprestaban a repartir lo último que les quedaba de comida. Se sentaron apeñuscados alrededor de una mesa improvisada, verificando que Mario, quien era el que servía, estuviese racionando correctamente el atún que le correspondía a cada uno.
Cuando servía más atún en uno de los vasos, se alzaba un clamor de voces que exigía igualdad. Treinta y dos manos señalaban el vaso con más porción y Mario, acostumbrado a este ritual, retiraba un poco del preciado manjar. Sin embargo, si retiraba mucho volvían a alzarse las voces. Repetía esto una y otra vez hasta que los 33 vasos estaban servidos. Finalmente preguntaba si todos estaban conformes con la repartición de la comida. Cuando todos asentían o murmuraban que si, procedía a entregar los vasos.
Ese décimosexto día después de repartir los vasos con atún, Mario dijo con solemnidad:
–Tomen y coman, porque este es mi cuerpo– Hizo silencio y los demás rompieron en carcajadas.
Luego levantó el vaso de agua con ambas manos y con la misma entonación dijo:
–Ahora beban, porque esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna…–
Esta vez no hubo tanto alboroto, pues sus compañeros estaban saboreando la poca comida que tenían. Bajó el vaso de plástico lleno de agua turbia, lo bendijo bebió un sorbo y se lo pasó a quien estaba sentado a su lado siguiendo el ritual de la última cena. Procedió a comer.
Cuando todos acabaron de comer, Mario anunció con la voz temblorosa invadido por la congoja:
–Se nos ha acabado la comida y esta es nuestra última cena…– Un murmullo se extendió entre los 32, pues todos lo sabían, todos estaban al tanto de que sus recursos se iban a acabar pronto, sin embargo, la noticia no dejaba de ser desalentadora.
Desde el primer día sabían que iban a tener que racionar la comida y que iban a tener que comer poco, pues solo había 18 latas de atún, cada una de 165g, lo que equivalía a 90g por persona, si se repartía eso en 16 días, cada uno podía comer 5,625g diarios, pero saber que iban a tener poco para comer era muy diferente a no tener nada.
Me encanto el artículo, muy bien construido y nos lleva 720 metros abajo con los mineros.
Muy bien construido el artículo, me transportó a la última cena en las profundidades de la mina