Por Jorge Manrique Grisales
Director de CBN
Cuando el presidente Rafael Núñez compuso a finales del siglo XIX el «gloria inmarcesible» y el «júbilo inmortal» del Himno Nacional de Colombia, se inspiró en remotas batallas libertadoras. El 28 de julio de 2019, esas estrofas tuvieron otro sentido en los Campos Elíseos de París: el homenaje a un muchacho que se había convertido en héroe nacional por haber ganado la batalla deportiva más importante de nuestra historia en las carreteras europeas.
El Himno de Colombia sonó y todos los presentes en la ceremonia de premiación del Tour de Francia 2019 lo entonaron con lágrimas porque a diferencia de otros instantes en los que suenan las «notas marciales», esta era la ocasión para rendirle homenaje a Egan Bernal, quien con toda la honradez del mundo sigue diciendo que aun no cree que es el campeón de la carrera por etapas más importante del mundo.
Fue el día de la celebración, cuando lo importante son las fotos, el Instagram, las sonrisas y los abrazos entre los guerreros que a lo largo de 21 etapas midieron fuerzas. Colombia estuvo con cuatro dignos representantes, Egan Bernal, Nairo Quintana, Rigoberto Urán y Sergio Luis Henao, quienes volvieron a decirle al mundo que esta es tierra de ciclistas, pero de otra manera, a la manera de los escarabajos que han llenado de pesadillas a los encumbrados campeones europeos.
Ser colombiano en París estaba de moda ayer. El amarillo de la camiseta de Egan se confundía con el amarillo, azul y rojos de las miles de banderas que acompañaron la gesta del zipaquereño que a sus 22 años cumplió un sueño acariciado hace 44 años por el ciclismo nacional.
Es otra manera de celebrar la patria, de decir que el orgullo colombiano brota cuando, de verdad, nos pasan cosas buenas. Ya había pasado una vez durante la entrega del Premio Nobel de Literatura a García Márquez en 1981, cuando en los salones de Estocolmo sonaron los acordeones y se armó la fiesta porque alguien embrujó al mundo con las letras.
Nuestras alegrías son así cortas, episódicas, pero intensas como lo sucedido ayer en el esquivo podio de París que por fin sintió en el cajón más alto la pisada de un colombiano que nos emocionó pero que también nos conmovió por su sencillez.
En cuatro idiomas, español, francés, inglés e italiano, Egan agradeció a todos los que contribuyeron a su triunfo. Pero lo suyo no son los discursos, lo suyo es la bicicleta, la disciplina, tomarse la vida con calma y soñar con grandes metas sin andar cantándolo a los cuatro vientos.
No sabemos si se repita la hazaña. Lo cierto es que Egan llenó de sentido la «gloria inmarcesible» y el «júbilo inmortal» con lo que hizo en el Tour de Francia 2019.