Por Katherine Morales
Estudiante de Comunicación PUJ-Cali
Especial para CBN
La estación de Bomberos Voluntarios de Cali del barrio Versalles aparenta desde afuera ser solo un edificio de paredes blancas y rojas en la avenida 3 norte. Sin embargo, al entrar es casi imposible no contagiarse de la sensación de solemnidad y auto respeto que se percibe allí. Hay banderas, conmemoraciones, fotografías, y transeúntes ocasionales (capitanes y sargentos) vestidos con camisas y pantalones blancos, algunas veces usando un sombrero como de marinero. Las secretarias y personas que van de una sala a otra pasan sonrientes saludando amables y un poco sorprendidos de ver a una joven con una cámara en sus piernas esperando en la sala de espera. Los muebles de la sala son de cuero marrón y están ubicados al lado de vitrinas y cuadros que acompañan al escudo gigante de los Bomberos Voluntarios, el cual tiene la fecha 1928 grabada en la parte de arriba. Desde la sala de espera, se puede entrever un salón de juntas con una mesa larga y brillante de madera y una sucesión de retratos en blanco y negro que sin ninguna duda podrían ser los retratos de los bomberos que han hecho parte de la estación desde su creación.
La secretaria principal aparece desde uno de los pasillos y se dirige a la sala de juntas, en la que ella había mencionado, se encontraba el ahora capitán Francisco Andrade, uno de los encargados de dirigir a los bomberos que ayudaron a apagar los incendios provocados por la explosión del 7 de agosto de 1956. A los minutos, aparece un hombre anciano de chaleco gris y gafas grandes. Su presentación fue agradable y su mano frágil, que de darle un apretón muy fuerte podría causar dolencias, o al menos eso parecía. Preguntó en qué lugar se podría hacer la entrevista, la secretaria nos condujo a una sala de puertas grandes de madera al final de un pasillo, en el que la jefe de comunicaciones de la estación se introdujo y nos enseñó la sala. Su presencia durante la entrevista haría notable el aprecio que los empleados de la estación sienten por el capitán Andrade, su título como el “primer bombero de Colombia” parece estar presente en cada uno de los integrantes de la estación. Es además lo primero que se menciona al sentarnos en la sala. Luego de precisar el motivo de la entrevista; la explosión en Cali, el capitán Andrade se olvida un rato de su cargo y se dispone a recordar sus días de sargento en la Cali de los años 50s.
“La institución que más trabajó en aquel 7 de agosto fue el cuerpo de bomberos”. Fue lo primero que dijo, ratificando algo que se reafirmó más tarde cuándo se mencionó al padre Alfonso Hurtado, quien, según el capitán, no fue el primero que llegó a socorrer a los heridos ya que lo vio llegar a las 5 de la mañana. Sin embargo, el dato no tiene la intención de disminuir el crédito al sacerdote si se lo contrasta con el recuerdo del capitán sobre cómo el padre ayudó a una mujer embarazada a parir durante la tragedia.
Su testimonio parte de la llegada de los seis camiones con dinamita al Batallón Pichincha, el cual se ubicaba en ese tiempo donde ahora existe el CAM. De acuerdo con el capitán Andrade, frente al batallón vivía el ex general de la república Sornoza, quien no autorizó el parqueo de los camiones en el Batallón. “Se pegó la involucrada más grande”. Entre la risa que le causa la gran responsabilidad de la que se libró el ex general, recuerda que en el momento previo a la explosión se encontraba con su capitán y algunos compañeros en el habitual recorrido que hacían por distintos lugares de la ciudad. En ese tiempo el capitán vivía en la calle 16 con avenida séptima y fue cuándo abría la puerta de su casa que percibió la explosión. Manifiesta con un tono de heroísmo que había pasado por el lugar de la explosión a las 12 y 40 am. Al entrar a su casa su primera intención fue prepararse para salir al lugar donde había ocurrido la explosión. Le pidió a su esposa le buscara el uniforme para dirigirse a bomberos en ese momento.
Fuego en el Hotel Manizales
A los cinco minutos de que la primera máquina de bomberos se dirigiera hacia la carrera 1 con 25, lugar de la explosión, el capitán arribó con su equipo. En ese entonces la estación contaba con cuatro máquinas y 70 bomberos en total. Al llegar a la carrera primera el capitán se encontró con una imagen que aun hoy, sesenta años después ve muy clara. Dice que no pudo olvidar jamás la desesperanza de las personas que corrían en bajada por la carrera primera en el momento que el subía con su equipo por la misma vía. “La gente venía desesperada gritando, heridos con la ropa hecha nada, bajando por la carrera primera como enloquecidos, y nos gritaban no sigan bomberos que va a estallar otra”.
El primer incendio atendido por el capitán y su equipo fue el ocurrido en el Hotel Manizales. De allí sacaron a cuatro personas heridas de las diecisiete que se hospedaban en el hotel. El capitán dejó a tres unidades en el hotel ya que tuvo que ir a auxiliar a algunas personas en el barrio El Porvenir, en la calle 26 entre primera y quinta. Durante la tragedia, el cuartel de bomberos funcionó como hospital de campaña. La ayuda de los bomberos durante el 7 de agosto y los días posteriores fue crucial. El capitán Andrade destaca de sus unidades al bombero Cruz, a quien recuerda lo apodaban “mi niño”, y quien por “tres días seguidos no se despegó de la máquina”. Por medio de cafeína y desesperación por trabajar, el capitán y su equipo lograron controlar el fuego de algunas zonas de la explosión y atender a los sobrevivientes.
Cuatro montones de cadáveres
La fosa común construida en el Cementerio Central sirvió para enterrar las víctimas de la explosión, que aún hasta hoy se calculan en la incertidumbre al igual que las causas de la misma. “Hicieron cuatro montones de cadáveres, montones grandes; civiles, militares, mujeres y niños” recuerda el capitán, quien asegura haber estado justo al lado de estas montañas de cuerpos.
La sensación de angustia y desesperanza que se debe percibir en un contexto de muerte y ruina como la explosión en Cali se ve armonizada por la actitud del capitán al final de la entrevista. Dice que “el que nació pa’ muerto pues muerto es… Uno que se mete a esa cosa ya vive en función de eso. Entre más duro es el trabajo mejor pa’ uno”.
Para un bombero y en concreto para el capitán Andrade es “muy sabroso” cuando hay trabajo que hacer. Incluso esta sensación de resolución se trasladó al avance de la ciudad en general. La explosión en Cali y los Juegos Panamericanos son a menudo eventos considerados potenciadores del desarrollo de la ciudad. Para el capitán la tragedia no solo fue un impulso a la evolución sino el momento crucial de su profesión en el que se dio cuenta hasta donde llegaban sus capacidades como el primer bombero de Colombia.
1 comentario en «El bombero Andrade y la noche en que llovió fuego en Cali»
Eramos muy jovenes 17 años y viviamos en la calle 20 con kra 6 y baje con mi hermano por la crra 5 hasta la 24 con 4 ya estaba el ejercito no nos dejo pasar ibamos en busca de una prima y sus hijos que vivian en la carra 2a con 23 , ya estaba el ejercito y no nos dejaraon pasar , oscuridad absoluta , bajamos a la calle 25 y ya las maquinas del municipio estaban tapando el crater de la explosion, ni nis dejaron pasar.