El escritor barranquillero, durante el taller ‘Retos del periodismo actual’ que dictó en el marco de los 25 años del Periódico Cultural La Palabra, de la Universidad del Valle, utilizó cinco historias ancladas en el mundo literario de la no ficción para ilustrar mejor la esencia del periodismo.
Estos fueron los relatos narrados durante el taller, puestos en escena por quien es considerado el mejor cronista de Latinoamérica en la actualidad.
1. El tambor Katío y el poder de las palabras:
Hace un par de décadas Juan José Hoyos, uno de los más reconocidos cronistas, novelistas y académicos de Colombia, escribió la historia del Jaibaná Salvador, un indiecito Katío que conjuraba las desgracias y las dichas de su pueblo tocando un tambor forrado en la piel de un mono selvático. La crónica, que apareció publicada a página entera en el periódico El Tiempo, fue leída en cafés, oficinas, parques, plazas y universidades de todo el país.
Varias tardes después de la publicación, Juan José, sentado en su modesto despacho de corresponsal en Medellín, recibió la llamada de un emisario Katío quien le dijo que el Jaibaná Salvador quería reunirse con él. -¿Y para qué quiere verme?-, preguntó preocupado Juan José -Venga que él aquí le cuenta todo-.
El cronista aceptó la misteriosa invitación. Emprendió su viaje de varios días en medio de la selva y cuando llegó al resguardo se encontró con un anciano triste.
-Su historia me hizo mucho daño- empezó a increparle el Jaibaná, -antes nadie me conocía, ahora mucha gente pregunta por mí. Hace varios días, unos antropólogos vinieron hasta aquí y me propusieron un trueque: yo les daba el tambor y ellos me daban este juego de cubiertos. Siento dolor, usted no sabe lo que ese tambor significaba para mí-.
Juan José, triste como el Jaibaná, volvió a Medellín. No podía evitar sentirse culpable del robo del tambor. –Pero, ¿si una historia hizo desaparecer el tambor, otra historia no lo hará retornar?-, se sentó y escribió una misiva muy sentida a la que llamó ‘Devuelvan el tambor, ¡carajo!’.
Días más tarde, el teléfono volvió a sonar. –El Jaibaná quiere verlo otra vez-.
Cuando regresó a la selva, de camino al resguardo Katío, Juan José escuchó la voz profunda del tambor volando como un pájaro por sobre la inmensidad de la manigua. Más adelante, se encontró con Salvador. -Yo tengo un rezo para que llueva, uno para curar a un enfermo, para espantar a los animales ponzoñosos y varios más para sacar al diablo de un cultivo, pero no tenía el poder de hacer regresar mi tambor. Sepa algo periodista, usted es más poderoso que yo-.
2. La historia importa, mucho más que la mujer más hermosa del planeta:
Gabriel García Márquez estaba radicado en México cuando su hermano Jaime lo invitó a su matrimonio. Gabo había sido nombrado padrino de bodas, así que no tenía opción de posponer el compromiso. El Nobel tomo entonces un vuelo a Cartagena acompañado de su esposa Mercedes Barcha esa misma semana.
–Vamos a dar un paseo en carroza por la ciudad- le propuso su hermano Jaime. –Iríamos los cuatro. Tú, Mercedes, mi prometida y yo-. Gabo, complacido con la idea, aceptó. De paseo por la ciudad, entrada la tarde, Gabriel y Jaime vieron caminar por la acera a la mujer más hermosa del planeta. Durante un largo rato, mientras miraban a aquella ave del paraíso, los hermanos no dijeron una sola palabra, hasta que un par de cuadras más adelante Gabo le preguntó a Mercedes.
-Dime una cosa. ¿Cuánto tiempo llevamos juntos?-
-Muchos años-.
-Y durante todos esos años, ¿alguna vez te he faltado al respeto?-.
-Más te vale que no-.
-Pues hoy tengo que hacerlo. No me resisto. Tengo que decirle algo a esa muchacha tan bella-.
Mercedes, quien ante los ojos de todos siempre había sido la cómplice incondicional de Gabo, le dio la razón. Los Hermanos García Márquez bajaron de la carroza, caminaron varias cuadras buscando a la muchacha, pero notaron muy tarde que la mulata ya había desaparecido. Decepcionados, Gabriel y Jaime subieron a la carroza.
Se celebraron el matrimonio, la luna de miel, las bodas de papel y Jaime seguía buscando a la muchacha en esa calle cartagenera; mientras que en México, Gabo escribía la historia del encuentro que no pudo ser.
Años más tarde Jaime García Márquez, sin proponérselo, se encontró a la muchacha. Le pidió su número y salió buscando una cabina telefónica para llamar a México. –Gabito, no me lo vas a creer- le decía entusiasmado Jaime. –Acabo de encontrar a la muchacha aquella, la que se nos perdió cuando nos bajamos de la carroza-. Gabo, con un evidente tonito cascarrabias, le respondió –Jaime, pendejo, me acabas de dañar la historia-.
-¿Ven la diferencia entre el mujeriego y el artista?- , reflexionó Alberto Salcedo Ramos durante el encuentro. -La historia tiene mucha más importancia que la mujer más bella del planeta-.
3. Los Gigantes de New York y la libreta de apuntes:
La primera vez que Paul Auster, el escritor, guionista y director de cine estadounidense visitó por primera vez un estadio de Béisbol, Los Gigantes de New York jugaron su mejor encuentro de la temporada. A sus ocho años, Auster no recordaba haber vivido un día más feliz; el chasquido del bate que inundaba las graderías cuando su equipo golpeaba la bola, el olor de la mostaza calentándose sobre las salchichas, o los aplausos y gritos en cada ‘Home Run’ quedarían grabados en su memoria. Cuando terminó el juego, cerca de la entrada de los camerinos, el pequeño Paul se encontró de frente con Willie Mays, el mejor beisbolista de la historia.
-Puedo tener su autógrafo-, le preguntó tímido Auster. -Claro nene, dame tu bolígrafo- Pero, ¿qué niño de ocho años lleva un bolígrafo a un estadio de Béisbol? Auster buscó un bolígrafo entre las personas que se apresuraban a salir del estadio, pero era inútil, nadie tenía. –Lo siento pequeño, si no tienes uno no puedo firmarte nada-.
Para evitar que ese episodio se repitiera en un futuro, el pequeño Paul empezó a llevar hasta cuatro bolígrafos consigo a todo lado. Al poco tiempo, llegaron las libretas, e inmediatamente llovieron los apuntes. Cada idea que se le ocurría, cada situación interesante que veía, o cada conversación que escuchaba en la parte trasera de un autobús, fueron a parar en su libreta. Gracias a ese bochornoso episodio, nació un escritor.
4. Cortazar, un consejo y la necesidad de escribir:
Julio Cortazar pensaba bien que decir. Un joven aspirante a escritor le había pedido un consejo y ahora esperaba alguna revelación del argentino para echar a andar su carrera. –Lee, lee mucho. Y hasta que no termines de leer lo suficiente, no escribas nada-, atinó a decir Cortazar.
Mucho tiempo después, durante su segundo encuentro, el escritor de Rayuela sonrió al joven mientras le pedía los textos que había escrito. –No escribí nada, me dediqué a leer-, dijo orgulloso el muchacho. Cortazar, embolsillando su sonrisa le dijo –Si no escribiste nada durante todo este tiempo, siento decirte que no tienes futuro como escritor-.
5. Hasta las últimas consecuencias:
En una biografía coral de Gabriel García Márquez, Mercedes Bacha reveló un detalle que nunca había sido contado sobre la vida del Nobel. Cada que se sentaba a escribir, Gabo se sumergía tanto en la historia, luchaba tanto con ella, que se le hincha todo el cuerpo. -Y bueno- preguntó Alberto Salcedo Ramos al auditorio, ¿quién de ustedes está dispuesto a escribir hasta el hinchamiento?
Fuente: Universidad del Valle