Por María Camila Arango Ramírez
Estudiante de Ciencia Política PUJ-Cali
Especial para CBN
No soy víctima directa del conflicto, tampoco puedo decir que he vivido la guerra, he tenido una vida bastante tranquila y suficientemente feliz. Desde pequeña siento orgullo por el país en el que nací, los distintos caminos que he elegido me han permitido conocer Colombia, amarla y sentir ese algo que me impulsa a trabajar por ella. Quienes me conocen podrán testificar que no me quedo quieta ante injusticias, y que muy pocas veces pongo mis intereses personales frente a los de los demás, aunque a veces me salga un poco mal esa estrategia.
He puesto por delante mío a personas que ni siquiera conozco, pero la empatía me mueve. Y así pasó ayer. Mis últimos meses estuvieron más dedicados a la Pedagogía de Paz que a mis estudios universitarios, solo porque me duele que mientras yo estoy acostada en mi cama sin nada más que preocuparme que por un quiz o un ensayo para mañana, haya niños en la calle sin protección alguna, porque me duele que mi mamá esté a un click de distancia mío mientras que otras mamás ni siquiera sepan dónde están sus niños.
Ayer mi voto (como el de muchos otros) fue por las víctimas, por esas que sufren por ellas pero también por nosotros. Por las que durante 52 años no han desistido y han sacado la berraquera de donde no la hay. Fue por la ilusión de no seguir leyendo titulares tan tristes como los que día a día redactan en este país. Mi voto fue por una mejor Colombia, hecha a la medida de nuestros sueños y la altura de lo que NUESTRAS víctimas merecen.
No pude evitar soltar la lágrima con los resultados que obtuvimos. No porque no confíe en una renegociación, sino porque creí que por fin la incertidumbre había acabado. Y sí, no le miento, insulté al país, a sus dirigentes, a la oposición, y al pueblo. Sentí que le habíamos fallado al país, porque creí que todo lo que hicimos no fue suficiente. Pero luego entendí que no valía la pena, que la actitud que debía tener era otra, que no estábamos en manos de gente ignorante, que, principalmente, ahí seguía usted.
Mi carta solo tiene un objetivo: pedirle que NO se rinda. Las contadas veces que lo he escuchado hablar he podido sentir en sus palabras la convicción, el amor y el empeño que le pone a su trabajo. Sé que sus decisiones son bien pensadas, que su tolerancia no tiene límites y que el trabajo que ha hecho vale mucho para abandonarlo. Por favor, no permita que las bases que tenemos se desbaraten. No permita que haya 8 millones de víctimas más. Yo le prometo que nosotros, los civiles comprometidos con la causa, vamos a seguir haciendo absolutamente todo lo que esté a nuestro alcance. Pero, por favor, siga siendo el referente que hasta ahora ha sido.
Sé, de hecho creo estar bastante segura, que con los aportes de la oposición lo que tenemos ahora se va a fortalecer mucho más. Sé que tendremos aun más expectativas que las que tuvimos con este primer intento. Sé que a mucha gente le hacían falta razones para confiar, pero también sé que con esta unión que se está dando, las razones van a sobrar.
Hoy su expresión se veía llena de frustración, y lo entendemos. Todos lo entendemos. Pero tome esta oportunidad como un segundo chance para hacer las cosas aun mejor. Usted es el más indicado para continuar con el proceso. Usted, señor De La Calle, fue quien le dio vida a lo que muchos a duras penas imaginábamos. Usted tiene un equipo increíblemente preparado y listo para guiar a Colombia a un futuro mejor. Yo sé que el pueblo lo defraudó. Sé que hoy defraudamos a las víctimas del campo que votaron SÍ. Y de corazón, perdón. Sé que esto no era lo que usted se esperaba, y créame, tampoco lo esperábamos los colombianos. Pero «no hay mal que por bien no venga», y aquí ninguno va a descansar hasta construir una Colombia mejor, delo por hecho. Por nosotros, por las víctimas, y por las generaciones que vienen.
Estoy segura que no le hablo solo en nombre mío. Le hablo, más que todo, en nombre de muchos jóvenes más que tenemos la ilusión de construir nuestras vidas en «el país más feliz del mundo». Si y solo sí, esa felicidad es completa. Si y solo sí, esa felicidad también llega a los jóvenes del Chocó, del Putumayo, del Guaviare, Vaupes, Guainia y Vichada.
Créame que usted tiene todo nuestro respeto, pues no todo el mundo logra lo que usted hasta ahora ha hecho. Pero sobre todo, tiene nuestro respaldo, porque lo que viene ahora será mil veces más grande, será mil veces mejor.
1 comentario en «Carta abierta a Humberto de la Calle Lombana»
Creemos como Colombianos víctimas o no directa o indirecta de esta guerra que el unico camino es el perdon . Confiamos en las labor negociadora . COLOMBIA NECESITA LA PAZ COMO CONSTRUCION DE TODO UN PUEBLO .