marzo 10, 2025

La cultura popular o el derecho a reír: A propósito de Los Simpsons

Foto tomada de http://www.elandroidelibre.com/

Sergio Chacón Peña

Si usted es un televidente asiduo, como quien compone estas letras, pero su asiduidad está preñada de situaciones que bien pudieron quedarse en su infancia pero que usted rememora cada vez que puede, entonces me entenderá cuando le refiera a “El capitán centella”, “José miel”, “La abeja Maya”, “Las aventuras de Tom Sawyer”, “Los picapiedras”, “Los Thudercats”, “He -Man y los amos del universo”, “Popeye”, “Candy” o de hecho, “Los Simpsons”. También deducirá, por su agudeza y sagacidad, que de todos esos programas que acompañaron las tardes frente al televisor, el único que sobrevive es el último y esa es la razón por la que merece la pena dedicarle algunas líneas.

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Matt Groening creó una familia animada de ficción a partir de la suya propia, de hecho, ha expresado que Bart es su representación en pantalla. Y con ello, no solo creó la típica célula social americana disfuncional sino que instituyó un universo que ha tocado casi todas las aristas de la cultura popular. Esta es la base en la que propondré este recorrido, no se trata de alabar lo que para muchos es parte de la estupidización mediática que, incluso, en este mismo lugar he criticado; sino más bien, de observar con mirada sociológica o quizá antropológica, lo que puede significar este show que lleva más de 25 años al aire de manera ininterrumpida.

Empecemos por el contexto. Puede sonar desmedido, pero lo que hizo Groening con su familia equivale a lo que antes que él hizo William Faulkner en la literatura de su país, con la edificación del condado Yoknapatawpha, lugar donde ocurren todas sus novelas; o en el nuestro García Márquez con la creación de Macondo. Creó para ella un universo propio de ficción en el que se desarrollaran todas sus historias y vivencias. Ese es el pueblo de Springfield; indeterminado y misterioso porque no se sabe con exactitud en qué Estado de la  Unión Americana se sitúa, además de ser un topónimo harto usado en Norteamérica pues muchas de sus poblaciones llevan ese nombre. En fin, Springfield, es el territorio en el que el asentamiento humano animado de Groening supervive en cada escalafón de la pirámide social, desde los más pobres como Nelson Muntz o el jardinero Willy, hasta el multimillonario y déspota señor Burns, con su siempre fiel y gay mano derecha Waylon Smithers Jr.

Los Simpsons, desde sus inicios, han dado pie a lo que podría llamarse “sátira al sistema”, pero que puede evaluarse como “representación de lo que se puede mostrar”. Las temáticas en sus capítulos obedecen a lo que los programas de su género (la sitcom) siguen y deben postular: situaciones propias de la cultura estadounidense, rapidez, gags, y la ficcionalización de las pasiones humanas.

En este orden, tenemos entonces que desde el inicio de cada capítulo el couch gag o “gag del sillón” ha cobrado marcada relevancia conforme han pasado los años; este no es más que la representación de la tarea de los televidentes, porque Los Simpsons también lo son, en demasía incluso. En Hamlet de Shakespeare, el príncipe Hamlet urde un plan para desenmascarar a su tío Claudio, asesino de su padre, entonces contrata una compañía teatral que representará la escena exacta de cómo mataron al rey y así llevar a cabo la venganza; este constituye uno de los primeros modelos del “teatro dentro del teatro”. En Los Simpsons, Homero, Marge, Bart, Lisa y Maggie se sientan frente al televisor (siendo ellos dibujos animados), a ver dibujos animados: Itchy y Scratchy, o como mejor los conocemos en Latinoamérica “Tomy y Daly”, son ese equivalente pero esta vez de la televisión dentro de la televisión. De hecho, en ella encuentran la solución, la redención o las prácticas sociales acordes a sus problemáticas más recurrentes: Homero halla quien le realice una operación a corazón abierto de forma económica y fácil, llevada a cabo por el doctor Nick Riviera, inmigrante latino quien se gradúo de la escuela de medicina sin saber bien por qué; por citar solo un ejemplo.

La violencia, la corrupción, la xenofobia, el engaño, la muerte, las armas, la vejez, la homosexualidad y la religión son solo algunos de los temas abordados en la serie con mayor o menor nivel de jocosidad, pero siempre demostrando cuál es la mirada que tiene Estados Unidos de su propia cultura y del resto del mundo. Por ejemplo, el dueño y quien se esclaviza en el mini supermercado, es un inmigrante indio, Apu Nahasapeemapetilon; uno de los personajes de comedia que ve Homero en la televisión es el Abejorro alusión directa al Chapulín colorado, el longevo personaje de Roberto Gómez Bolaños; su dogmático vecino, Ned Flanders, es un maniático religioso de los que abundan en Norteamérica y que fundan iglesias en Latinoamérica; el dueño de la tienda de comics es un gordo, soltero y obsesionado nerd, que sostiene fugaces romances con la maestra de Bart, la señora Krabappel y con la madre del profesor Skinner, el director de la escuela primaria a la que asisten los niños del pueblo.

Los Simpsons representan una mirada crítica pero xenófoba, oculta tras la máscara del humor, y a veces  absurda del mundo y sus alrededores (porque incluso tienen su raza propia de alienígenas: Kang y Kodos, del planeta Rigel VII), que no siempre coincide con las lógicas de nuestra realidad fáctica, y no tiene que hacerlo, siendo como son, productos de la mente de un creador de cartoons, el universo simpsoniano es el reflejo en un espejo trucado de una sociedad que involuciona cada día más y más.