Andrea C. Fernández Quesada. Estudiante de Comunicación/Especial para CBN
“En Cali, desde mi primer día, tenía el sentimiento que la gente tenía más alegría de vida” y sus mejillas sonrosadas se espabilaban al son de un español mal hablado, mal pronunciado y bien encariñado. Era Marina Braun, la niña alemana que se enamoró de Cali, quien me contaba la historia de su intercambio mientras me describía una Cali que ni yo misma, una caleña nacida y criada a mucho orgullo, hubiera podido delinear.


Desde un atardecer que se comía la loma de San Antonio, Ina y Marina me relataban sus días en la caótica ciudad de Cali. Ina residía en este precioso barrio y decía que nada se le comparaba. “Schön, schön” repetía mientras alumbraba con una sonrisa la mazorca que le engrasaba sus manitas. Schön significa hermoso y se pronuncia como shun, o algo así. Insistía con esa palabra para que yo entendiera que tanto Cali, como San Antonio, como las mujeres caleñas somos schön.
Marina e Ina, solo así, porque sus apellidos son impronunciables: Braun, que no es tan fácil como parece y Vöhringer, del que no tengo nada que decir, porque ni lo sé decir. Marina e Ina me mostraron Cali, me enseñaron nuestras costumbres, me dieron una prueba de nuestro “sabor y calidez” (según sus palabras).
Mientras el sol nos daba salpicaduras en los brazos y en las piernas, me hicieron notar que en Cali la música no se para, “no hay un botón de stop, siempre se escucha para tí”. Hasta recordaron la marimba del MIO, y lo hicieron con una sonrisa despreocupada que indicaba su añoranza por la ciudad.
A Marina la conocí en una clase y ella me presentó a Ina, quien necesitaba un favor de mí. Cuando nos conocimos me estaba esperando con un cappuccino que me compró en la cafetería de la universidad. No me podía creer a este personaje tan simpático que hacía danza contemporánea y que tenía un rostro de muñeca de porcelana. Cuando le agradecí por el cappuccino me dijo que le pareció que era un gesto muy caleño, muy cálido, y yo seguía sin creerme a este personaje que veía a los caleños como entes benevolentes que entregan, en el acto más amable y traído de un cuento encantado, una bebida caliente a quien acaban de conocer. Los mismos caleños que empujan como borregos alterados en el transporte masivo


Es seguro que Ina y Marina se devuelven a Alemania con el mejor concepto de Cali que se puedan llevar, con los estereotipos caleños que venden a los extranjeros: la salsa y el corazón grande. “Todos cantan cuando tienen ganas”, “se preocupan por ti, te preguntan mucho de vida: ¿De dónde vienes? ¿Te gusta la ciudad?” Dice Ina que estas características están impregnadas en la cultura caleña.
Ambas alemanas disfrutaban de una mazorca de dos mil, mientras hablaban con gusto de un aborrajado que se jartaron enterito; de un champús que las hizo ver el cielo; de un manjar blanco que les desvistió las entrañas y de un arroz atollado con el que se casarían sin chistar dos segundos. La exquisitez de la gastronomía caleña, sin embargo, no es una sorpresa, lo que fue sorpresa para mí fue que dijeran que no entendían cómo lograban las caleñas esos cuerpos tan sportlich (Atléticos, en alemán) con tanta grasa escurriendo.
Fue entonces cuando empezaron a admirar el físico la una caleña bien estereotipada, dijeron, ambas, que la mezcla entre belleza natural, chontaduro con miel, simpatía, acento valluno y cirugías plásticas, formaban un deleite para los ojos. “Son bellas para donde tú mires” dijo Ina, queriendo decir que son bellas por donde se les mire.
Aunque Vöhringer y Braun no tengan la estatura que sugieren sus apellidos, sí se les nota que no son de estos lares. Ambas tienen el pelo castaño claro y rostros que parecieran siempre apenados, con una sonrisa entre inocente e infantil que les oculta los años y la diablura. El acento y la mala conjugación de verbos las delata en menos de un segundo. Además, su mirada perdida al escuchar expresiones como “abrí a ese man”, “parchate con nosotros” y “está una chimba tu camisa” solo denota un alma extranjera. Sin embargo, estas dos jovencitas se esmeran por ser parte de una ciudad que ya es parte de ellas.


“Me encanta cuando estás en la calle y caminas y tienes contacto de ojos con una persona que no conoces, siempre te van a dar una sonrisa, eso me encanta, porque a veces, sin que nadie se sepa, pueden salvar tu día”. Decía Marina mientras su cabello enloquecía con el viento de San Antonio. Decían, ambas, que no era Colombia de lo que me habían hablado toda la tarde, que era de Cali, porque habían estado en Bogotá y era un sentir con un andar diferente.
Desde que las conozco no pueden desprenderse de adjetivos que son originales del alemán, pero que pueden entendidos en cualquier mirada. Logré recopilar varias palabras con las que describieron a Cali:
- Lebensfreude (alegría de vida)
- Entspanntheit (relajamiento)
- Armut (probreza)
- Soziale Ungleichheit (inequidad social)
- Gegenseitiger Respekt (respeto mutuo)
- Im Moment leben (vivir en el momento)
- Seinen Träumen folgen (seguir sus suenos)
- Leben und Leben lassen (vivir y deja vivir)
- Lächeln (sonreir)
- Tanzen (bailar)
- Menschliche Qualität (calidad humana)
- Hitze àTemperament (caloràtemperamento)
Pareciera que entendí mejor a mi bella ciudad cuando me la explicaron en alemán; pareciera que hay que alejarse un poco de la rutina que pesa en los ojos y darle paso a nuevas perspectivas que refrescan un juicio lacerado; pareciera que la mejor forma de que me expliquen Cali sea en el cuento que me narran Vöhringer y Braun, a través de dos mazorcas de dos mil.
Qué bonito relato de mi Cali bella. Me encanta cuando ponen a la ciudad en el lugar alto donde debe estar y me encanta más cuando lo escriben con la sabrosura que es nativa y propia
Me encantó tu relato, yo también he tenido la oportunidad de conocer alemanes y alemanas que estudian, trabajaban o están de viaje en Cali y todos coinciden con tu relato, han conocido otros países de Europa y Latinoamerica, muchas ciudades y aun así se enamoraron de Cali.
tambien tuve el gusto de conocer a ina en casa de mi sobrina y me dejo encantado como los extrangeros quieren estar con nosotros porque nuestra gente es muy linda y no lo alcanzamos a a apreciar pero ellos si , tenemos un pais maravilloso que se roba el corazon de todo el mundo que nos visita, ademas de las frutas y comidas que se cultivan en nuestros suelos y los paisajes paradisiacos
Felicitaciones Andrea por tu hermoso relato elaborado en forma natural y muy agradable, describiendo características importantes de nuestra ciudad y haciéndonos apreciar más lo que somos y lo que tenemos, definitivamente tienes la vena narrativa de tu padre (Walter Fernandez)